“Era una bruja”; “bruja”, “bruja” le gritaban mientras en la
hoguera ardía. Cuando ni defenderse podía.
“Era una bruja”, decían, pues siempre vivió libre,
desinhibida; sin ataduras ni complejos. Con total orgullo se miraba siempre en
los espejos.
“Era una bruja”, dijo aquel amante que la entregó al saberle
otros amores. Sin pruebas ni más razones que sus celos inconformes.
“Era una bruja”, reprochaba el sacerdote, mientras lanzaba
en su tumba chorros de agua bendita, condenándola de maldita.
“Era una bruja”, sollozaba su familia, decepcionada. Tanta
pena sentía que su casa quedó abandonada.
“Era una bruja”, murmuraba el pueblo, aún después de su
muerte; aquel pueblo al que de pronto le cambió la suerte.
“Era una bruja”, decían los pocos niños que todavía no
desaparecían al decir lo que en las calles, antes de cada secuestro, veían.
“Era una bruja”, lechuza, serpiente y despampanante mujer. A
cada quien se le aparecía de forma diferente, para todos tenía personificado un
ser.
“Era una bruja” que volaba, de casa en casa, llevándose a
cada bebé para tener con su sangre un gran festín.
“Era una bruja” que se arrastraba, de patio en patio,
envenenando animales, cosechas y a mujeres, que toda belleza perdían.
“Era una bruja” que bailaba, de cantina en cantina,
envolviendo hombres, entre besos y abrazos que terminaban en cuellos degollados
y miembros amputados.
“Era una bruja” temida, muy peligrosa, que volvió de la
muerte para vengar su injusto asesinato. Juró ante Satanás llevarle de aquel
pueblo a cada ingrato.
“Era una bruja” y digo “era” porque ya no lo es, de hecho
nunca lo fue.
Ella era una mujer feliz, llena de amor y belleza, víctima
de una sociedad que no soportaba su libertad.
Nunca a ningún hombre se ató y esa fue su perdición.
Nada de pociones ni aquelarres, su pecado estaba en ese
bello cuerpo que de muchos fue.
Y a todos se supo anteponer, menos a aquel que le acusó de
hechicera. Aquel que en estos momentos arde en una hoguera, junto con su
esposa, hijos y mascotas, mientras ella ríe y se burla sin parar.
“Yo no era una bruja” grita al viento, mientras se aleja del
caldero y se transforma en un bello demonio con figura de mujer.
“Yo no era una bruja” y aún así, sin motivo me condenaron;
por eso hoy pagan con sus vidas.
“Yo no era una bruja” pero gracias a sus actos, hoy soy la esposa del diablo y en cada lugar donde una mujer sea herida sin razón, ahí estaré y a sus victimarios castigaré.
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