“Ser bueno no te garantiza cosas buenas” y “la maldad
es innata”, son dos frases que antes no creía ciertas pero que hoy se han
vuelto una terrible realidad en mi vida y en la vida de mi gente.
Después de tantos años dudando de su existencia por
fin un día contactamos con ellos, seres de otro mundo, un mundo que estaba a
punto de destruirse; nosotros abogando por la compasión, les ofrecimos nuestro
planeta, los recibimos con honores y los tratamos como dioses sin pedirles nada
a cambio.
Pero tan pronto como llegaron empezaron los problemas.
Se adueñaron de nuestras tierras, corrompieron nuestro sistema, intoxicaron
nuestro aire y envenenaron nuestra agua. Mi pacífico mundo se convirtió en un
infierno. Comenzaron a usar a nuestras mujeres como máquinas de leche y bebés,
a los cuales usan de mascotas. A nosotros los hombres nos obligan a realizar
trabajos duros que ellos no quieren hacer: construimos sus casas, sus
carreteras, sus edificios y sin ningún tipo de paga. Además probaron nuestra
carne, ¡Y les encantó!
A nuestros jóvenes los ponen a competir en peleas con
apuestas, donde el perdedor es preparado como cena; y a las muchachitas las
violan y torturan para luego devorarlas, y lo peor es para nuestros ancianos,
pues son humillados y usados como trofeos de caza; sus casas están llenas de
cabezas de nuestros ancestros.
Nunca pensé que existiera tanta maldad, pero esto es
real.
Despiadados, ruines, miserables, asquerosos. Así son los Seres Humanos.
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