viernes, 15 de agosto de 2014

La fuerza del viento... ♥


Ayer estaba en el techo de mi casa, tranquilo, observando... ¡contemplando el paisaje!: un hermoso atardecer caía sobre la ciudad... entre relámpagos, truenos y un poco de tempestad; a lo lejos divisé los tantos edificios que hay en mi localidad, acompañados de la tenue luz del sol, quien ya estaba dispuesto a irse y dejarle a la luna su lugar.
Entre gritos de niños, quienes alegres jugaban en la calle, coches pasando a gran velocidad y hombres guapos que a mis pupilas deleitaban, se me iba el tiempo...
Eran ya las 7:37 de la tarde, y empecé a sentir una ligera melancolía...
Tanto tiempo había fingido estar bien, que ya sentía morirme por dentro...
Intentando tragar mi llanto, mientras escuchaba "No querías lastimarme" de Gloria Trevi, sentí en mi piel una dulce y cálida brisa; aquella tarde predecía, con sus rayos, que la noche sería catastrófica; pero el viento seguía igual: caliente, silencioso, calmado, no entendía por que estaba así, pues todo a nuestro alrededor era inquietud.
De repente, ese tibio airesito se convirtió en una ráfaga feroz y fría que golpeó mi cara, con tal intensidad que salió volando uno de mis audífonos; ¡al fin el viento mostraba su verdadera cara!; feroz rugió por algunos segundos, y se alejó, convertido nuevamente en una indefensa brisita de verano...
Se fue... huyó, dejándome una gran lección:
A veces en la vida hay momentos difíciles, oscuros, tormentosos, pero eso no debe quebrantar nuestro espíritu; el viento, al igual que nosotros, se vio tremendamente asustado al ver que en su naturaleza había inquietud, es por eso que golpeó mi cara, es por eso que sopló tan fuerte que mandó a volar muchos sombreros en la ciudad, necesitaba desahogarse, para no estallar tan fuerte cuando la ocasión lo amerite; él sabe que tendrá algún día que explotar, más no quiere hacerlo, prefiere lanzar pequeños ataques insignificantes, para no generar un tornado o un huracán; es por eso que de ser una cálida brisa, pasó a ser un viento frío y destructivo que duró pocos segundos, para luego retomar su camino, sereno, sin preocupaciones; y aunque vio los rayos y escuchó los truenos no se alarmó demasiado, él puede controlarse.
Por eso, cuando pasemos por un momento negativo, seamos como el viento, desahoguemos nuestra pena, para no hacer daño con ella a otras personas; debemos controlar el carácter y medir nuestras fuerzas... 
Ahora sé que el viento tiene una enorme fuerza... ¡La fuerza del control!, pues aunque me golpeó, no me lastimó, al contrario, me refrescó. 

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