Corría el año de 1984…
Era el día 31 de octubre cuando empezó lo que
vengo a relatar…
¡Sí!, se celebraba “Halloween” (o día de
muertos) en mi pueblo…
El festejo transcurría con normalidad: la
gente, disfrazada, salía a pedir dulces, casa por casa, como lo manda dicha
tradición… todo muy bonito, todo muy bien…
Lo macabro sucedió un día después: el primero
de noviembre, “El día de todos los santos”, según la cultura mexicana; un día
en el que, se dice, todos los bebés, recién nacidos y niños muertos, vienen
desde el más allá, para visitar a sus familiares vivos (lo mismo ocurre con los
adultos fallecidos, el día 2 de ese mes)…
En mi ciudad, como en cualquier otra, había
un periódico, el cual leía gran parte de los pobladores, se llamaba “Aurora”,
“Periódico Aurora”; la editorial, del mismo nombre, era quien se encargaba de
distribuirlo; era un diario muy bueno, interesante y sobre todo, confiable,
siempre decía la verdad, sin censuras ni tabúes (quizá es por eso que lo que
voy a contar tomó tal magnitud)…
Esa fría mañana el periódico ya estaba en
manos de mucha gente…
Entre sus interesantes páginas se podían leer
(y ver) historias memorables:
Un niño, llamado Armando, ganó un premio por
su aprovechamiento en la escuela: doña Cuquita se convertía en la mujer más
longeva del poblado, a la edad de 97 años (:O); don Adolfo, el comerciante del
pueblo, de nuevo fue muy generoso, al obsequiar muchos dulces y juguetes la
noche anterior; un choque; un pequeño incendio; perros y gatos felices, pues
don Carlos y doña Ana, unos dadivosos ancianitos, les dieron asilo en su casa,
aquella madrugada “llena de espantos”; detenciones a ladrones y borrachos;
ofertas de trabajo; curiosidades; política; noticias internacionales… y esa
horrible publicación:
“Fotografía que provoca destrucción”, rezaba
el título de la terrorífica nota…
Según se contaba en dicha publicación, toda
persona que mirase “la imagen del suicidio” (la cual acompañaba a la nota),
queda maldita y muere, sin importar tiempo o distancia, la muerte le llega de
la forma más inesperada…
¡El caos fue total!... mucha gente vio la
famosa y espantosa imagen… y guiados por lo confiable que era el diario, se
asustaron y sugestionaron… sólo unos pocos pensaban que aquello era una broma
del equipo de redacción de “Aurora”, lo cual fue desmentido por el propio
personal, quienes negaron tener idea de dicha nota, argumentando que no sabían
cómo es que llegó al periódico…
Lo terrible de esta historia ocurrió el día 2
de noviembre… ¡mucha gente falleció!, en circunstancias raras… ¡parecía que
todos habían cometido suicidio!:
El pequeño Armando, quien leía a diario el
periódico, tenía clavados en su cuello muchos lápices, tijeras, plumas y demás
instrumentos escolares; doña Cuquita conmocionó a todo el pueblo, decidiendo
acabar con su larga y fructífera vida, tomando muchas pastillas para dormir;
don Adolfo amaneció colgado, en medio de su tienda de abarrotes; don Carlos
optó por cortarse las muñecas y doña Ana se prendió fuego (aún tenía en la mano
los cerillos que utilizó para ello), ¡la escena fue terrible!, pues la mayoría
de los perros y gatos que salvó se encontraban devorándola…
¡Un desastre!... alrededor de 200 personas,
de las 500 que tenía mi ciudad, terminaron con su vida… ¡Asombroso!... y todos
tenían algo en común, según los rumores: todos y cada uno de ellos se burlaron
de la imagen, diciendo que era un engaño… eso dijeron, entre murmullos,
aquellos que conocieron a los suicidas…
Los sobrevivientes, hasta hoy, atribuyen los
decesos a esa horripilante publicación; por cierto, la mayoría de los
periódicos de aquel tiraje fueron recogidos y quemados por los mismos
ciudadanos y la propia editorial, la cual tuvo que cerrar sus puertas y
abandonar el pueblo, debido al escándalo…
Ahora, casi 30 años después, me he dado a la
tarea de investigar este caso, que es tomado como tabú por los pobladores, y
descubrir qué hay detrás de todo: ¿Sugestión?, ¿O quizá un verdadero suceso
sobrenatural?, debo averiguarlo…
Reuní testimonios:
Mis abuelos agarraron valor y hablaron conmigo
del tema, de hecho, ellos conservan el periódico de aquel día, obvio, sin la
macabra nota, la cual, a ciegas, cortaron y quemaron (gracias a su plática y el
diario pude elaborar la introducción de este escrito); ese día, recuerdan,
compraron el periódico pero no pudieron leerlo, planeaban hacerlo en la noche;
en el transcurso de la tarde les llegó el chisme de aquella imagen; mi abuela,
que es supersticiosa no leyó y no dejó que leyeran el “Aurora”; ya en la
madrugada, los dos, cerrando los ojos y trabajando en equipo, dieron con la
página que tenía esa nota que, les habían dicho, estaba embrujada, la
arrancaron y la hicieron cenizas; y a todo esto, ¿por qué conservar el diario?,
se preguntarán… pues bueno, mi abuelo es coleccionista de cosas históricas,
tiene muchos artículos viejos, “antigüedades”, entre ellos, muchos periódicos
con noticias relevantes, que marcaron historia; él guardo el “Aurora del día 1
de noviembre de 1984, para la posteridad, por la noticia de doña Cuquita; de lo
de la imagen, pues, mi viejo creía que era raro, decía tener respeto por esas
“cosas del diablo”, ni verdad, ni mentira, simplemente “extraño”, le otorgaba
el beneficio de la duda…
A parte de mis abuelos, ninguna otra persona
quiso opinar del tema: mis padres me ignoraron, los vecinos me cerraban las
puertas de sus casas en la cara cuando hablaba de la imagen, y mis amigos no
sabían nada de aquella nota…
Concluido el primer paso, me dispongo a
realizar el segundo (último y más importante): “Encontrar la famosa
fotografía”…
¡Nadie en el pueblo la tiene!, eso lo tengo
claro…
Entonces, ¿en dónde debo buscar?...
Leyendo el diario viene a mi mente una idea:
“Aurora”, la editorial “Aurora”, supuestamente quemaron casi en su totalidad
las ediciones de aquel día, y además, se fueron de la ciudad, pero nada pierdo
con intentarlo, buscaré su paradero vía Internet…
Navegando por la web di con la página oficial
de la casa editorial…
Según los datos proporcionados, el negocio se
encuentra actualmente en la ciudad “Nuevo horizonte”, en el estado de
“Avellana”… debo ir allá…
Después de un largo viaje, llego a dicha
ciudad y me dispongo a buscar la empresa…
Encuentro la dirección, entro a las oficinas,
pero a la hora de hablar del tema que tanto me apasionó, de forma violenta, me
echan del lugar, advirtiendo que no regrese jamás, que ellos no saben nada de
“eso”, dicen que se trata únicamente de una leyenda urbana sin sentido… no
quieren que los vuelva a molestar…
¡Rayos!, ¿qué puedo hacer?, ¿en dónde más
puedo buscar?, creo que debería abandonar la investigación…
Con todo perdido y un sentimiento horrible de
impotencia, decido regresar a casa, a mi pequeño pueblo y olvidar todo esto de
la dichosa foto…
En el camino, entre tanto pensar, viene a mi
mente una gran idea:
Todo eso de “leyenda urbana” me recuerda a
una famosa historia que se contaba en mi poblado: supuestamente, a las afueras
de éste vivía un “coleccionista”, un vagabundo que recolectaba cosas que
llamaba “artefactos sobrenaturales y peligrosos”, para así ayudar a los
habitantes de mi pequeña ciudad, para alejarlos de la maldad y la desesperanza
que estos objetos pudieran tener… no pierdo nada, iré a verlo… espero que la
leyenda sea cierta…
¡Sí!, ¡es más que cierta!... el hombre,
llamado Simón, vive en la miseria, rodeado de basura, en un cuartucho hecho de
cartón; él es muy amable… una por una, me enseña todas sus paranormales cosas…
pero ninguna es la foto…
Poco a poco pierdo la esperanza…
Pero, de repente, ¡Oh, Dios mío!, se presenta
ante mis ojos la famosa foto (cubierta con algo, pues el tipo, obviamente,
también es supersticioso)… y él me cuenta la historia, historia que me sé de
memoria, de pies a cabeza, al derecho y al revés…
Lo interrumpo de golpe, ofreciéndole dinero a
cambio de la foto, pero él se niega, alegando que es mala y sólo atrae
desgracias; pero, a pesar de sus advertencias, le arrebato la foto, lo empujo…
él cae al suelo, le dejo dinero en una pequeña mesa que tiene en su “casa”, y
salgo corriendo del lugar, feliz, muy feliz, pues he logrado mi cometido, he
conseguido lo que tanto anhelo…
Me dispongo a ver lo que oculta esa famosa
imagen…
Con cuidado saco la foto del empaque que la
contiene… y ¡tarán!, ante mis ojos la verdad…
¡¿Qué?!... ¡Esto no puede ser!, es una simple
imagen de un hombre colgado, en obvia señal de suicidio… ¡Qué decepción!, esto
no tiene nada de raro, ni siquiera siento algo, ¡esto es un fiasco!, una farsa…
no me queda duda, se trató sólo de un caso de sugestión que se salió de
control… ¡Qué decepción!...
Bueno, con eso muy claro, me dedico a terminar
mi informe: “Caso colectivo de sugestión”, así lo llamaré… ¡Qué chasco me llevé
con todo esto!, en serio, ¡qué decepción!...
Son las 2 de la mañana, estoy frente a mi
ordenador, tecleando y… ¡algo raro pasa!... una extraña sensación se apodera de
mi…
Mareos, nauseas, ¡empiezo a vomitar!... ¡me
desplomo!...
Despierto, tirado en mi cama, con un dolor de
cabeza brutal… ¡rayos!, vuelven los mareos… cierro los ojos, para frotar mi
cara… termino y cuando los abro veo algo frente a mí: es una sombra que poco a
poco toma forma, luz y presencia… ¡demonios!, es… ¡¿Un esqueleto?!... no, no
puede ser, estoy delirando, no puedo dejar que todo esto me haga mal…
“¡No me voy a sugestionar!”, grito con todas
mis fuerzas…
Tras mi alarido la parca habla, y dice, con
una voz de ultratumba: “¿Sugestionar?, ¡pobre iluso!, soy tan real como tú y
esa foto, a la cual llamaste “fiasco”, “bazofia” y “farsa”… ¡morirás!, como
todos aquellos incrédulos que pusieron en duda mi poder.. Hahaha”…
* El joven estudiante de periodismo, Francisco
Arévalo, fue encontrado muerto en su departamento… aparentemente se suicidó,
clavando un filoso cuchillo, reiteradas veces en su cuello *…
* Se encontró a su costado una fotografía de
un hombre ahorcado, en señal de suicidio, y una nota, escrita con sangre, que
decía, simplemente: “¿Sugestión?, ¿En serio?” *…
* La nota y la foto fueron archivadas, por
órdenes del presidente municipal del poblado “Amanecer”, pueblo natal del joven
*.
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