Esta es la historia de un doctor, un sabio, pero cruel doctor; le apodaban “Dr. Soberbia”, sobrenombre que le quedaba “como anillo al dedo”; su egoísmo era tan grande que ni su propia familia le toleraba; quizá por eso vivía solo y nunca nadie lo visitaba, más que para pedir su ayuda profesional. Era uno de los mejores del ramo, eso nadie lo podía negar, pero todos sabemos que en la medicina, más que en otras carreras, la sencillez, la humildad, la paciencia y la empatía son la clave del éxito. Pero bueno, eso era algo que “Soberbia” no tomaba en cuenta. Siempre alardeaba de su vasto conocimiento, dejando a todos con la boca abierta y el orgullo herido; se creía un “sabelotodo” y tachaba de “tontos ignorantes” a todos aquellos que no conocían lo que él sí; ir a consultarle era una sentencia de humillación segura. “Antipático”, “amargado”, “intolerante”, “déspota”, “grosero” y miles de adjetivos (no bonitos) más, resonaban, día tras día, en su consultorio.
Cierta mañana llegó a su puerta una anciana,
pidiendo su servicio… era por unas dolencias “en los huesos” que había tenido
desde hace ya una semana; el doctor, que tenía prisa por salir a ver su
programa de T.V. favorito, le comentó a la viejita que lo que tenía era
desgaste en los huesos a causa de su edad, le recetó tomar calcio y casi casi
la echó de su consultorio. Ni si quiera le dijo las dosis y el horario para
tomar su calcio, fue más importante para él su programa que la salud de la
señora. La viejita, indignada, le gritó unas cuantas verdades al doctor, y
éste, completamente furioso le dijo que es mejor que ya muriese, pues sólo está
“robando” oxígeno a la gente sana que no tiene la culpa de sus achaques.
Después de la discusión, que por si fuera
poco, fue pública, ampliamente vista por todos en el hospital, la anciana se
quedó llorando, mientras una enfermera la consolaba y el doctor, aún alegando,
se fue a casa, a ver su programa de T.V.
Acostado, con una bolsa de frituras, un
refresco de limón y control en mano, prendió el televisor, ansioso por ver la
continuación del capítulo de ayer, pues “se quedó muy bueno”… pero, oh
sorpresa, el canal decidió no pasar el capítulo de la serie, para en su lugar
colocar un documental que trataba de dar consciencia sobre la vejez y todos los
conflictos que ésta le trae al ser humano…
“Soberbia”, envuelto en cólera, tirando todo
lo que tenía en las manos, gritó: “¡Malditos viejos!, deberían de morirse todos
ya de una vez, no son de utilidad y sólo nos roban… aire, tiempo, dinero… son
un verdadero fastidio”.
Ya sin la oportunidad de ver su programa,
nuestro enfurecido doctor decide tomar una siesta… pero de pronto lo despierta
el sonido de su teléfono celular; enojado contesta y se lleva una triste
sorpresa, pues quien habla es su tía, que le comunica la muerte de sus padres,
esos padres que dejó olvidados al graduarse y que sólo les mandaba dinero por
obligación, y que nunca, nunca visitaba; consternado, pero sin llorar, cuelga y
se pone a recordar cada instante que vivió con sus padres… esas caminatas con
su padre, donde éste le motivaba a ser siempre el mejor, y esas ricas comidas
que su madre siempre le tenía preparadas para cuando llegara a casa después de
un largo día de estudio…; los abrazos de su padre, los besos de su madre; “¿en
qué momento?”, se preguntó, ”¿en qué momento dejaron de importarme, si yo los
amaba?” ; “dejé que la rutina y el orgullo me apartaran de la gente que me
hacía feliz y siempre demostraba que me amaba”, ”no, esto no puede ser real”,
dijo, mientras aventaba el teléfono al suelo…
“Claro que es real”, respondió una voz, una
voz que al doctor le parecía familiar… sí, era la anciana, esa anciana a la que
trató mal… de repente apareció frente a él, así, sin lógica, sin explicación; y
antes de que “Soberbia” pudiera siquiera preguntarle cómo es que entró a su
casa, la extraña vieja dijo: “calma, calma, todas tus preguntas serán
contestadas sin que si quiera las hagas, pero primero debo hacer algo…”, diciendo
eso, la anciana se transformó, de repente, en un esqueleto vestido en un traje
gris, con una típica guadaña a su lado y comenzó a explicar: “verás, mortal, yo
soy el Dios de la muerte; he venido a verte porque tras un largo estudio he
llegado a la conclusión de que eres el humano más inteligente del mundo, y he
decidido premiarte por ello. En el primer encuentro me disfracé como uno de los
tipos de humanos más vulnerable, una ancianita con problemas en los huesos; tú
humillaste a la ancianita y tras escuchar todo lo que de tu boca sale, he
comprendido que odias a la gente mayor; y yo estoy aquí para librarte de todo
aquello que te moleste, bueno, no, no de todo, sólo de 3 cosas… lo primero es
la gente de la tercera edad; acabo de decretar que la edad límite para un
humano se convierte en 50 años, todos los que tengan más que eso, caerán
muertos a partir de las 12:00 A.M. de mañana; pero quise ser espléndido, por
eso terminé primero con tus padres, para que logres estar con ellos antes de
que tú mismo caigas muerto, pues a la doceava campanada de la media noche,
cumples 50 años, jajajajaja…; ahora bien, otra cosa que odias es la ignorancia;
en este momento, al decir estas palabras, caerán muertos todos aquellos “tontos
ignorantes” que no saben lo que tú sí sabes, creo que serán bastantes,
jajajaja, pero no te preocupes, sólo fallecerán los que conoces personalmente,
comprenderás que no puedo acabar con todos los humanos, pues todo me sería
aburrido, jajajaja; y ahora, viendo tus ojos y leyendo tu asquerosa mente, me
doy cuenta de que la tercera cosa que odias es a mí, jajajaja, mira, al
chasquear mis dedos, desapareceré y todo lo dicho se cumplirá, nos vemos en
unas cuantas horas, “Soberbia”, disfruta tu estadía y trata de no mancharte
mucho las mejillas, pues la dulce anciana quiere besarlas cuando llegues al
infierno… jajajajajajajajajajajajajaja”…; diciendo eso, el Dios chasqueó los
dedos y “Soberbia” despertó de su sueño, con lágrimas en los ojos, tomó su
teléfono, llamó a casa de sus padres y se sorprendió cuando su madre, contenta,
atendió la llamada.
Lejos de ahí, el Dios de la muerte pronuncia,
mientras le crecen alas y se transforma en lo que parece ser una bella mujer
que alza el vuelo…: “¿Quién diría que para lograr la felicidad de un humano hay
que hacer tanto teatro?”.
La mujer con alas, desde el cielo, observa a “Soberbia” concretar una cita con sus padres, mientras sonríe y se pone un letrerito en el pecho que dice: “Ángel Guardián”.
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