* Cristina y Alfredo esperan con ansias la
llegada de su primer bebé; han comprado un montón de cosas para la criatura que
viene en camino, la cual, ya saben, será un niño. Se ven muy felices; se han encariñado
demasiado con su futuro hijo, lo cual es absolutamente normal.
* Por fin ha llegado el día... después de
varias horas de parto, ha nacido Iván; le han puesto así por su abuelo, el
padre de Alfredo.
* Después de varios días en el hospital,
debido a una complicación leve que tuvo Cristina durante el alumbramiento, han
vuelto a casa; la ahora familia es muy feliz; los padres lloran de emoción y el
bebé les sonríe tiernamente.
* Ha pasado el tiempo, las cosas no andan
bien; se siente en la casa un aura negativa, hecha de tristeza, enojo e
inquietud, sin algún motivo aparente, pues, aunque es cierto que los jóvenes se
ven muy atareados con todo esto de ser padres, ello no es motivo real para
sentirse de esa forma.
Ese extraño derramamiento de energía negativa
es acompañado por sucesos raros que "sacan de onda" a Cristina y
Alfredo; por ejemplo, desaparecen dulces de la cocina, se pierde el control
remoto de la televisión y pequeños objetos, como las llaves del auto, se
esfuman al anochecer, del lugar en donde se dejaron, y después, a la mañana
siguiente, vuelven a aparecer, pero en otro sitio.
* Esta mañana, la pareja ha puesto "el
grito en el cielo", pues desapareció su bien más preciado: Iván; no saben
cómo, no saben por qué; corren a buscarlo por todos lados, incluso en los
lugares más recónditos de la casa, pero no lo encuentran; no pueden entender
cómo un bebé de semanas pudo haber salido solo de su cuna, es ilógico;
sospechan de un robo o secuestro y llaman a la policía, pero como siempre, ésta
deja mucho qué desear sobre su aptitud, al decirles que no pueden hacer nada al
menos hasta que pasen 72 horas después del último avistamiento del pequeño.
* Ya ha pasado una semana y aún no hay pistas
sobre el paradero de Iván; la policía ya interrogó a todos los conocidos del
matrimonio y ha hecho otras diversas investigaciones e hipótesis sin resultado
aparente.
Al caer la noche, Alfredo se encuentra en la
sala, sentado en su sillón favorito, aún pensando y haciendo sus propias
teorías tras la desaparición de su primogénito, mientras Cristina intenta
descansar, recostada en la cama de su habitación, aún sollozando por la
situación.
Entre tanto pensar y pensar, Alfredo empieza
a dormitar, pero un estruendo en la cocina lo despierta bruscamente... tal
pareciera que algo allí se cayó. Él decide investigar qué es lo que pasó,
tranquilizando a Cristina, gritándole que ya va a averiguar qué es lo que
sucedió.
Al entrar allí, encuentra vasijas tiradas, y
mientras se dispone a recogerlas, siente que algo le toca una de sus piernas;
baja la mirada a donde sintió aquello, pero no encuentra nada; sigue levantando
los trastes, mientras piensa que aquello es raro, pues no tienen alguna mascota
que haya podido hacer el escándalo ni tocarle la pierna; y de pronto, siente un
pequeño golpe en su espalda y escucha algo caer detrás de él... rápido voltea y
mira al suelo, percatándose de que aquel objeto es una piedra; el joven,
confundido, sale de la cocina para averiguar qué pasó; es obvio que alguien
debió haberle lanzado la piedra, pero en casa sólo están él y Cristina, quien,
supone, ya está dormida, y además no cree capaz de andar jugando bromas en
medio de tales momentos de tensión; no encuentra a nadie, y aún más confundido
regresa a la cocina para terminar de recoger el desorden, pero antes de entrar
se percata de que adentro hay algo moviéndose, pues puede ver claramente una
sombra en el piso; decide esperar a que aquello que hace la sombre salga del
lugar...; después de un largo tiempo, un ser diminuto con rasgos humanos, vestido
completamente de negro, sale de allí y mira a Alfredo, temeroso, mientras
sostiene en sus manos un par de galletas; Alfredo, aterrado, no cabe en sí
mismo de todas las emociones encontradas que siente, y cuando se dispone a
decirle algo al ser, éste corre en dirección al sótano; Alfredo lo sigue y mira
como el ente, con una fuerza sobrehumana, mueve una caja muy pesada que se
encuentra en el lugar, revelando un pozo que, supone, es un túnel que va hacia
afuera de la casa; nuestro protagonista, guiado por su instinto, sale de la
casa, revisando todo el jardín, hasta que encuentra el otro lado del túnel, el
cual hacia presencia al lado de un pequeño cuarto que estaba en el terreno
desde antes de comprarlo y al cual nunca derrumbaron, pues no lo consideraban
estorboso; cuarto que era propiedad de los antiguos dueños del predio, dueños
que vendieron el mismo a una cantidad casi de regalo y después, simplemente,
desaparecieron; Alfredo, desconcertado, recuerda que sólo ese cuarto les faltó
por revisar, pues no hay llave para acceder a él y como no escucharon ni un
solo ruido provenir de él, las autoridades decidieron pasar por alto en la
investigación; mientras está inmerso en dudas, el pequeño ser sale del hoyo
antes descrito, y con una sonrisa macabra, apuntando con su mano esquelética al
cuartucho, comienza a reír y a burlarse de Alfredo, quien intenta atraparlo,
pero el monstruoso ser resulta ser muy escurridizo; viendo fracasado su intento
de capturar a la criatura, nuestro agobiado padre decide investigar en el
cuarto, tumbando la puerta con un hacha que siempre dejaba en el jardín, por si
alguna emergencia lo requería; y al adentrarse ahí, no puede creer lo que
encuentra: allí está Iván, el cuerpecito de Iván, completamente destrozado, con
los intestinos sacados de su cuerpo y metidos en su boquita, como en un intento
de hacérselos comer (o quizá signifique otra cosa)...; atónito y destrozado,
nuestro desconsolado padre, entra en llanto, abrazando al pequeño cadáver de su
bebé; inmerso en su dolor, comienza a reflexionar y asume que ese ser horrible
que se burló de él, es el culpable del homicidio de su hijo, y comienza a
maldecirlo, mientras corre con los despojos de su niño hacia afuera del cuarto;
y en medio de sus gritos llenos de ira y resentimiento, escucha un grito salir
de la casa… ¡ha sido Cristina!...; aún más nervioso y enojado, con mucho miedo
recorriendo su interior, corre a la casa, para auxiliar a su mujer, en lo que
sea que, él piensa, le ha hecho el ser asesino. Al llegar a la sala encuentra a
su amada esposa, tirada en el piso, quejándose de dolor, ¡pues le han arrancado
los ojos!; completamente asqueado, aterrorizado y devastado, se dispone a
auxiliar a su mujer, aún con lo que queda de su hijo entre sus manos, pero de
pronto siente un dolor terrible en su pierna… ¡le han clavado un cuchillo!... y
sin quererlo, no aguanta más y cae también, derrotado, a merced de un grupo de
seres similares a aquel que, ahora está seguro, mató a su hijo…; todos ellos
con rostros infernales, mostrando muecas de burla, balbuceando cosas
inentendibles para el oído humano, mientras aparece al frente de ellos aquella
criatura perversa, artífice de todo el dolor de Alfredo, sosteniendo una
navaja, acercándose lentamente a él...
* Han pasado varios días desde lo sucedido
aquella noche. La policía, al no tener noticias de la pareja, decide
visitarlos, sin imaginar lo que encontrarían…
Tocan varias veces la puerta del domicilio,
pero nadie abre; uno de los vecinos del matrimonio les comenta que los esposos
no han salido de su casa en días y que, desde hace algo de tiempo, un olor
pestilente sale de la finca, por lo que estuvo a punto de contactar con ellos
para hacerles ver el problema.
Gracias al testimonio del vecino, la
autoridad decide entrar a la casa, sospechando lo peor, pero lo que encuentran
resultó aún más aterrador que todo lo imaginado:
En la sala, sobre el largo sillón que la
pareja tenía en medio de la misma, estaban los cuerpos de Cristina, Alfredo e
Iván…; Cristina yacía sin ojos y con una gran herida en su cuello, Iván con sus
propios intestinos saliendo de su boquita y Alfredo, con varias puñaladas en su
pecho, una herida en su pierna y sosteniendo los ojos de Cristina en sus manos…
pero lo peor fue ver su rostro, pues se dibujaba en él una sonrisa falsa,
seguramente hecha con algún tipo de navaja (algo así como el Joker de “Batman,
el caballero de la noche) (haciendo con ésta un corte desde la comisura de los
labios, hasta las orejas; se le denomina “La sonrisa de Glasgow”)… y sobre él
se encontró una nota que decía: “El bebé no nos dejaba dormir”, escrita con, lo
que parecía ser, sangre.
* La conclusión del caso fue que Alfredo, por
alguna razón se volvió loco y asesinó a su familia; lo sucedido fue tan
espeluznante, que los investigadores llegaron a esto y dieron carpetazo al
asunto, terriblemente perturbados, sin hacer más averiguaciones; era ilógico
que Alfredo pudiese hacerse tantas heridas solo, pero bueno, pensaron que era
mejor dejarlo así, por falta de pruebas de la existencia de otro implicado.
* Pasan los días y la casa comienza a ser
habitada de nuevo, por familiares de Alfredo, quienes comienzan a notar que sus
cosas empiezan a desaparecer o a cambiar de lugar.
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